jueves, 26 de septiembre de 2013

Relativismo cultural vs cultura de campanario. Una reflexión sobre algún aspecto de los nacionalismos

A propósito del crecimiento de los nacionalismos en Europa, he estado desempolvando algunas viejas ideas sobre este viejo asunto.

Nos parece a los que vivimos fuera de los territorios en los que el nacionalismo está en auge, que los catalanes son los más nacionalistas, seguidos de vascos y gallegos, pero tendemos a olvidar que irlandeses, escoceses, flamencos, bretones, vasco franceses, sardos y así hasta en 26 países de nuestro continente encontramos esta antigua reivindicación del territorio y la cultura propias.

Con absoluta independencia de las bases históricas o étnicas, lingüísticas, bélicas o en las que quieran basar sus pretensiones, hay hechos que no pueden dejarse escapar a la hora de reflexionar sobre esta cuestión.

En primer lugar, son notorios los esfuerzos que en el mundo llevan haciéndose desde la Segunda Guerra Mundial por lograr uniones entre diferentes estados. Esta filosofía tiene como antecedente a los Estados Unidos de Norte América, así llamados precisamente por ser eso, una sola nación, resultado de la unión de varios estados y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que era, bueno, era mas o menos eso, y dejando al margen a otras agrupaciones que existen en cada continente, o las de simples intereses, la que a nosotros más directamente nos afecta es la Unión Europea cuyo objetivo final es la unión política de todos los estados miembros, o lo que es lo mismo, con la forma que al final se decida, llegar a ser una especie de Estados Unidos de Europa. Pero frente a estos esfuerzos que a día de hoy continúan su lenta marcha, los nacionalismos tratan de desligarse para consolidarse en forma de naciones soberanas e independientes.

En segundo lugar, lo realmente peligroso de esos esfuerzos secesionistas no son ni los motivos en los que se fundamentan, ni las consecuencias que tengan sus actos, que a largo plazo será volver a la rueda de las macro uniones de estados, sino el peligroso etnocentrismo con el que se comportan sus defensores erigiendo en cultura suprema sus culturas de campanario.

El etnocentrismo es aquella corriente de pensamiento por la cual los valores, principios y modo de vida del resto de las culturas son reprobables, y sólo es moralmente aceptable (o si se prefiere, sólo es ético) aquello que la cultura de la sociedad en la que se vive acepta. De ahí que para reivindicar la legitimidad de sus pretensiones nacionalistas, los vascos exacerben sus deportes tradicionales y su cultura vasca como la mejor de las posibles, del mismo modo que lo hacen los catalanes, los flamencos,  galeses nacionalistas, o los nacionalistas del condado de Istria en Croacia, como cualquier otro nacionalismo del mundo. Algo así como "lo mío es mejor", afirmación que sólo puede sustentarse en la pobre razón de ser mejor "porque es lo mio".

El relativismo cultural consiste precisamente en todo lo contrario, es decir, en considerar que cualquier principio ético, cualquier costumbre o uso social propio de otra cultura, no solamente no es rechazable sino que es perfectamente aceptable y útil para el entorno cultural en el que se inscribe. Siempre, claro está, se salvaguarden los principios más elementales que son los recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1.948.

Vivir siempre sin alejarse tanto del campanario del pueblo como para perderlo de vista, culturalmente hablando, hace de los nacionalismos a día de hoy un anacronismo con pleno vigor, que está consiguiendo que toda una generación haya dejado de contemplar su cultura como una más, para sentirse la generación que tiene a su alcance la histórica oportunidad de librar a su pueblo oprimido de la opresión bárbara y extranjera que les dió otra lengua, otras costumbres y otra cultura distintas de las suyas, que son las perfectas y únicas posibles sin caer en la barbarie o en la destrucción absoluta de su cultura de campanario. Principio este del que puede derivarse una tendencia al expansionismo (ya hay partido nacionalistas expansionistas) que tan graves consecuencias ha traído a la historia europea y mundial.

No me resisto a recordar la anécdota, cuya veracidad nunca he podido comprobar, de Henry Morton Stanley (el de "¿el doctor Livingstone, supongo?", personaje excesivamente bien tratado por la historia) cuando a su regreso a Londres llevó consigo al jefe de la tribu más cercana a la fuente del Nilo, quien al volver a su poblado relató que los europeos decían haber descubierto el origen del Nilo, y que por tanto él había descubierto el Tamesis.

Yo soy relativista cultural, ¿Y usted?

No hay comentarios:

Publicar un comentario