lunes, 30 de julio de 2012

CECA, EURATOM, una vez en la historia de Europa, políticos sorprendidos, y economía. O de como nos hundimos sin remisión.


(La crisis explicada a los niños)

Día tras día asistimos todos a un genial espectáculo que nadie sabe explicarnos. Vereis: Hace muchos, muchos años había unas regiones capaces de ser causa de guerras en Europa. Esas regiones se llamaban Alsacia y Lorena.

Unos señores de gran importancia en aquel entonces decidieron que las guerras resultaban costosísimas en recursos, dinero y vidas, así que pensaron que era mejor unir que matar, y como consecuencia apareció una cosa llamada Organización Europea para la Cooperación y el Desarrollo (OECE) en 1948. Le siguieron el Consejo de Europa en el 49, la Comunidad Europea de Carbón y el Acero, o sea CECA en el 51 y por fin el tratado de Roma que crea la Comunidad Económica Eurpoea CEE y la Comunidad Europea de la Energía Atómica o sea EURATOM en 1957. Y desde entonces la política económíca en Europa sirvió para mejorar la vida de los ciudadanos. Y los europeos, y conste que España no era entonces Europa, vivían mucho mejor que los asiáticos, los africanos, los oceácnicos y que una parte importante de los americanos.

Y pasaron muchos, muchos años y aquello de Roma se convirtió en la Europa de los 27, en la que tenemos nexos comunes con países que nos son tan cercanos y conocidos como Eslovaquia o Letonia, por poner dos ejemplos.

Pero aún así, mientras Francia lideró la Unión Europea, todo fue funcionando más o menos bien, pese a que los estados hacían de su capa un sayo y muchas veces decían en Bruselas que eran firmes partidarios de la fusión de todos en uno solo, mientras en Madrid, -o en las capitales de Eslovaquia y de Letonia, que como todo el mundo sabe son Bratislava y Riga - decían que no iba a haber cesión de soberanía bajo ningún concepto, en una liturgia mística más cercana a un arcano inextricable que a una ética política si quiera de medio pelo. 

Pero llegó un señor de ascendencia húngara y judía que se casó siendo presidente de Francia con una excantante y modelo italiana, que pese a estos prometedores antecedentes, lejos de liderar una verdadera unión de todos los pueblos de Europa, por supuesto cediendo aún más soberanía nacional de la que los tratados ya imponen, se decidió por dejar a Alemania que tomase el relevo en la verdadera impulsión de la Unión Europea.

Resulta que la República Federal de Alemania estaba entonces -y de momento sigue- liderada por una señora de aspecto más bien corriente, que para hacernos una idea, a la vista de algunas imágenes es difícil saber si va a la compra o acaba de presidir una conferencia de jefes de estado, cosa que en mi modesta opinión está muy bien y desmitifica y humaniza la política, que es hija de un pastor luterano y de una profesora de latín e inglés, y ésta sí que se decidió por liderar la Unión Europea, pero a base de intentar mantener la competitividad alemana como tarea fundamental de su mandato, cosa que tampoco termina de conseguir.

Y como se produjo una crisis financiera de dimensiones desconocidas hasta la fecha, o lo que es lo mismo, se acabó el dinero, porque el dinero no es una constante en el universo sino que se crea y se destruye, pues la política económica dejó de tener la eficacia que se le había asignado hasta el momento, salvo para un tal Paul Krugman que defiende justo lo contrario.

Pese a que habrá quien quiera llamarle cambio de rumbo, yo prefiero decir que el desnortamiento de la Unión Europea bajo el liderazgo político por vez primera de Alemania, porque el económico lo tuvo casi desde el inicio, sumado a la deriva causada por la macro crisis financiera tanto de EE.UU como de Europa, y el menor crecimiento de China, han provocado que las medidas anticrisis adoptadas en medio mundo hayan tenido unos resultados tan inesperados como sorprendidos están los líderes de muchos países.

Cierto es que algunos han salido de una crisis taras otra, porque esta crisis es la suma de varias y no una sola, y otros, como el nuestro, ni se han aproximado aún, si bien es cierto que hay un tercer grupo en el que el máximo exponente es Grecia que la sufren con una mayor y más cruel intensidad.

La cuestión es que los estados se han quedado sin dinero porque al hundirse varios mercados a la vez, primero el inmobiliario, donde una inmensa cantidad de gente tenía sus ahorros, igual que lo tenían los bancos, e inmediatamente el financiero, las empresas no tenían a dónde recurrir para conseguir dinero para seguir funcionando, y los ciudadanos se quedaron sin dinero porque se les hundió el precio de la vivienda, más lo poco que tenían invertido en valores, y además les despidieron porque sus empresas no podían seguir pagándoles.

Los estados inmediatamente pensaron que el problema era que los bancos se habían quedado sin dinero, así que si daban dinero a los bancos para que pudieran prestarlo, que es de lo que viven los bancos, de prestar dinero, todo volvería a la normalidad en poco tiempo, pero resulta que la crisis era financiera, es decir, que no había dinero ni en los bancos ni en ningún sitio, así que los estados no disponían de cantidades suficientes para lograr esos resultados tan deseables. La idea era buena pero inalcanzablemente costosa.

Y como a nadie se le ocurría nada mejor, salvo a Paul Krugman -a quien lo que se le ocurre es aún peor- pues se decidieron por lo que parecía más inmediato: Necesito dinero, así que como no puedo controlar los ingresos, voy a controlar los gastos y tener unas cuentas saneadas. De este modo la gente volverá a prestar dinero a los estados y estos podrán volver a funcionar y con ellos la economía de sus países. Y todos fueron muy felices pensando que con eso arreglarían todo lo que estaba mal. Pero no fue ni de lejos suficiente, así que empezaron a pensar que tal vez habría que prestar dinero a aquellos países que estaban sin un céntimo para que pudieran pagar las cosas más básicas y elementales, y así al menos que no siguieran haciendo la situación más grave de lo que ya era. Y como iban a darles su dinero, pensaron que querrían recuperarlo y que para eso, como no sabían cuanto iban a ingresar aquellos países que estaban tan mal, lo mejor era hacerles controlar sus gastos y así asegurarse de que el dinero no lo despilfarraban otra vez. Pero esto tampoco fue suficiente. Y ya a nadie se le ocurrió nada más, salvo a Paul Krugman, a quien se le ocurren originalidades mucho peores aún, como que los estados se pongan a invertir el dinero que no tienen, en obras que no necesitan.

Y los ciudadanos ¿que pensaban sobre todo esto? Pues los ciudadanos, lejos de ponerse a buscar soluciones, hicieron lo mismo que hubieran hecho los habitantes de una ciudad de la frontera en el oeste norte americano hace 150 años si hubieran visto a algún desconocido en las cercanías del pueblo al día siguiente de haber desaparecido unos cuantos caballos del rancho local. Coger al primero que pasó por allí, declararle culpable y lincharlo. Algo tan inútil como las decisiones de política económica que se habían adoptado para atajar la crisis. O decir que la administración es demasiado grande y que hay que reducirla pero sin reducir trabajadores ni servicios (sic).

Es cierto que tanto las autoridades como los ciudadanos estaban algo mas contentas pues las primeras estaban reduciendo sus déficits, algo que hasta el mismísimo Krugman deja entrever en ocasiones que no es algo intrínsecamente malo, y los ciudadanos lo estaban porque habían encontrado al culpable que era, según qué ciudadanos, para unos el capitalismo, para otros la banca, para otros los políticos, los mercados, o los propios ciudadanos por pedir más dinero a la banca del necesario y gastárselo sin tasa ni medida, según gustos y colores. No solucionaron absolutamente nada, pero con eso ya estaban un poco mas satisfechos.

Y a todo esto, la señora alemana que lidera la Unión Europea con su aspecto de ama de casa corriente, seguía pensando que la fórmula para conseguir consolidar la competitividad de su país era mantener el cinturón apretado esta vez al cuello de los estados, evitando así que se gasten ni un céntimo más de lo que ella considera imprescindible, con lo que además logrará que le devuelvan el dinero que Alemania presta.

Y de pronto hasta la señora alemana de aspecto corriente se da cuenta de que si no remontan las economías mundiales, la competitividad alemana va a seguir el camino que siguió Napoleón en la campaña rusa, es decir, una derrota que marcará su futuro.

Y en este punto estamos, en el que la idea es saber si Alemania se pone a comprar deuda de otros países, es decir a prestarles dinero sin más, sin restricciones, sin apretarles más el cinturón, para que esos préstamos le salgan más baratos y así dispongan de algún dinerillo para sus gastos. Una idea, que en opinión de algunos, entre los que me encuentro, era la que deberían haber adoptado hace años, y que ahora no tiene ningún sentido porque lo que va a lograr es que el mercado se tensione mucho más y se genere un negocio maravilloso en el que toda la deuda que los inversores quieran colocar al precio que sea, se la va a comprar alguna institución europea, del mismo modo que pasó con el ECU cuando se convirtió en Euro y se fijó un cambio máximo y mínimo -aquello se llamó la serpiente en el túnel- de manera que era divertido y sumamente rentable comprar euros batratos y colocarlos en el mercado a precios máximos porque te los compraba Bruselas fuese ese el precio que fuese para evitar que la serpiente se saliera del túnel. Ese fue un negocio nacido como consecuencia de que el estado se meta donde nadie le llama, por mucho que Krugman opine lo contrario.

Ando algo relajado por aquello del periodo estival y aún no he perdido el tiempo en saber qué opina Krugman de esta nueva idea amerkelada, pero prometo hacerlo para contarlo en este blog si es que la Unión Europea se decide a hacerlo, cosa que a día de hoy nadie asegura, salvo Mario Draghi y sólo a ratos.





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