miércoles, 29 de febrero de 2012

La confusión de las realidades marca nuestra forma de entender el mundo



Recordaba el cultural de El Mundo este domingo a Julio Camba con motivo del 50 aniversario de su muerte y traía a mi memoria frases suyas algo oxidadas y recuerdos de mi adolescencia leyendo La rana viajera.  Ciertamente su afiladísimo estilo regaló definiciones redondas que hoy es difícil encontrar en el periodismo, y en casi cualquier parte, y dudo que haya periodista que se me ofenda por esta comparación o que haya director de periódico que no asienta ante esta frase. Y viene esto a cuento de las fuentes de las que nuestros convecinos toman por principios inamovibles cualesquiera afirmaciones precipitadas vertidas en tertulias de aquellas que Eduardo Haro Tecglen  calificaba de inútiles, bien por su temática irresoluble del tipo diferencias entre hombres y mujeres, en las que participan grandes doctores en la materia, o bien porque el tema sea interesante pero ninguno de los  participantes sepa gran cosa sobre ello.

La cuestión no es menor. Hay toda una arquitectura ideológica creada sobre rotundas falsedades que sirven de base para que los ciudadanos decidan en elecciones, o se movilicen en manifestaciones, desahucios (desde este verano, porque antes no) economía, educación (cuando los sindicatos se alteran porque si no tampoco) y en cada una de las actuaciones que una persona tiene con el entorno, o más llanamente, cuando trata de vivir y de que le dejen en paz la mayor cantidad de tiempo posible.

Si yo afirmase que el voto de la mujer en España se consiguió gracias a la izquierda durante la netamente izquierdista República, la mayor parte de los lectores afirmarán que ya lo sabían y otra no tan escasa parte compuesta sin duda por los más jóvenes, sencillamente lo aceptará como verdad pues no les descuadra en absoluto con lo que “han oído siempre” pero lo cierto es que no es verdad, y no lo son ni la primera afirmación, ni la segunda, o sea que ni fueron las izquierdas las que lograron el voto femenino, ni la república fue de izquierdas durante la mayor parte de su dramática existencia. Añádase a esto que cuando se habla de la República muy pocos parecen comprender que cuando se llama II República es porque hubo otra antes, la Primera, sobre la que salvo una selectísima minoría, nadie da muestras de recordar nada, ni de saber nada.

Ciertamente quien propuso, votó y aprobó el voto femenino en España fueron las derechas, como se calificaba a los conservadores, liberales, agrarios, alfonsinos…, con el voto en contra y la resistencia de las llamadas izquierdas, como se calificaba a casi todo lo demás, radicales, comunistas, socialistas de todo tipo de grupos y tendencias, anarcosindicalistas… Y el motivo era simple: Las izquierdas pensaban que las mujeres eran más católicas y conservadoras y si se les concedía el voto las izquierdas perderían la república en favor de las derechas, como efectivamente sucedió después. Curioso es comprobar cómo a día de hoy existe una Asociación de Mujeres Progresistas Victoria Kent entre las faldas de PSOE, cuando fue precisamente la diputada del Partido Radical Socialista Victoria Kent quien defendió el no al voto femenino en el Parlamento de la II República, aunque en 1936 fue elegida otra vez pero en las listas de Izquierda Republicana.

Del mismo modo, la libertad de cultos y creencias, el anuncio de la reforma agraria, la ampliación del cuadro de libertades individuales o el reconocimiento de la personalidad sindical, formaron parte del programa del gobierno provisional de la República presidido por el conservador y burgués Niceto Alcalá Zamora. También sorprenderá que en ese gobierno todos los ministros hicieran oídos sordos a la ola de anticlericalismo que quemaba iglesias y conventos, salvo el socialista Prieto que propugnaba poner fin a los disturbios de inmediato.

Pero, ¿cómo ha llegado a tergiversarse tanto la realidad como para que estas afirmaciones constituyan para muchos una gran sorpresa?

Las fuentes de información, los mensajes simplistas en un mundo complejo y una polarización desmedida que lleva a absurdos tales como que sea de izquierdas o de derechas afirmar que el cambio climático es o no culpa directa del ser humano, tienen algo que ver en ello, y la arquitectura del cerebro ayuda en esto e impide que se rompa esta dinámica.

Por cierto que Julio Camba escribió sobre su desencanto con la República:  “Al Real Cinema se le llamó Cine de la Ópera, y si el Royalty sigue siendo el Royalty, es porque, según parece, nadie se ha enterado aún de que royalty quiere decir realeza”.  Del mismo modo y también por motivos ideológicos, en la España del primer tercio del s XXI se han cambiado los Institutos Nacionales por Agencias Estatales, así la de Meteorología, o Empleo, pero se han dejado muchos como el de Estadística o Administraciones Públicas o lo han revuelto todo en otros como la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación más conocida como ANECA, improbablemente para que ningún moderno Julio Camba se lo eche en cara o más bien para que la confusión impida, una vez más, ver la realidad.

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